La noche transcurría como cualquier otra. El aire frío y la claridad del cielo hacían confiar en que sería una noche tranquila. La calle ya estaba en silencio.La mayoría de habitantes de la Ciudad de México dormían en sus casas.

De pronto, lo inesperado pasó. La alarma sísmica comenzó a sonar con su imprudente estruendo. El corazón se acelera tan sólo al escucharla. Sin embargo, al vivir en una ciudad en donde los sismos son algo frecuente, los chilangos deciden quedarse en sus casas esperando a que sea un movimiento ligero.

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//platform.twitter.com/widgets.js» target=»_blank»>Sismo en Ciudad de México

El cálculo falló esta vez. Cuando el sismo comenzó, se pudieron percibir las lámparas moviéndose de un lado a otro, los cables de luz se tambaleaban. La adrenalina comenzó a aumentar.

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De pronto, las paredes empezaron a crujir con intensidad, era ya difícil sostenerse en pie. El instinto de sobrevivencia se apoderó de todos. Las puertas tronaban, las ventanas tronaban. Las familias comenzaron a salir de sus casas a pesar de estar en pijama.

Ya en la calle, sintiéndonos más seguros, vino lo peor. El crujir de las construcciones se intensificaba, podían oírse los focos y las ventanas reventándose dentro de las casa, se oían gritos de desesperación.

En un instante, la electricidad se fue. La calle se quedó oscura y toda la luz que podíamos ver, eran los destellos verdes como relámpagos en el cielo oscuro. Fue una escena digna del Apocalipsis.

Algunas personas comenzaron a presentar crisis nerviosas. Un sismo no se había sentido tan fuerte durante muchos años. La luz regresó de nuevo. Los vecinos, aunque austados, volvieron a sus casas con sigilo.

Sin embargo, el miedo no se fue. Había muchas colonias incomunicadas; sin luz, sin internet. Comenzaron a hacerse las llamadas a los familiares, a intentar localizar a todos los miembros y saber que estaban  sanos y salvos.

En la televisión aparecieron el Jefe de Gobierno y el Presidente de la República, ambos lucían rostros cansados y en su semblante podía verse que algo grave había ocurrido. No había sido un evento normal.

Muchos helicópteros empezaron a sobrevolar el cielo de la Ciudad de México, sonaban ambulancias y sirenas de patrullas. Las personas aún no queríamos ir a dormir por temor a que se presentara una réplica.

Nuestra sorpresa fue que hasta antes de las tres de la mañana, ya se habían presentado más de 61 réplicas. En la mañana se actualizó la información, y ya se contaban más de 200 réplicas. Ninguna que pusiera en riesgo a la población de nueva cuenta.

El problema fue la neurosis colectiva. Nadie quería dormir. Nadie quería continuar con su rutina habitual. A las pocas horas se cancelaron las clases en todos los niveles; desde preescolar hasta licenciatura. Eso aumentó la paranoia.

Todos esperábamos un nuevo sismo que hiciera crujir las paredes. Fue una noche de desvelo y reflexión.

Al transcurrir de las horas, pudimos ver todo el daño que el terremoto causó. Chipas, lugar del epicentro, presentó graves daños y una decena de muertos. Oaxaca colapsó, podían verse escombros por todos lados. Las víctimas totales se han contabilizado en 33.

México hoy está de luto. Perdimos hermanos, gente que tenía sueños y metas que ya nunca más podrá lograr. Quedan familias sin hogar, sufrientes por la pérdida de un ser querido, huérfanos que tendrán que llorar su pena.

Ninguna tragedia puede agradecerse. Pero en lo más profundo del caos que se percibe, puede sentirse la hermandad. Este terremoto nos cimbró el alma también. Nos hizo recordar que debajo de todas nuestras diferencias, subyace una solidaridad inusitada.

Me congratulo de poder haber sido testigo de un hombre humilde, que en medio de las ruinas, tuvo la osadía de colocar la bandera de México sobre los escombros. Esa imagen me la quedo en la memoria por el resto de mi vida.

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//platform.twitter.com/widgets.js» target=»_blank»>Mexicano valiente

Seguimos y seguiremos con miedo. Estaremos en alerta, pero también dispuestos a ayudar a los que no tuvieron tanta suerte.

México siempre fuerte. México valiente. México que no se rinde. México hospitalario. México solidario. Ese es el México necesitábamos ver. Ese es el México que necesitamos de ahora en adelante.

KARINA GALLEGOS

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